martes, 1 de diciembre de 2009

Adoración...Mas que palabras





‘’Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. Juan 4: 23-24’’

La adoración según definición, consisten reverenciar a un ser con el mayor honor y respeto considerándolo como divino, y también honrar y reverenciar a Dios con el culto religioso que le es pedido. Esto encierra gran parte de verdad pero solamente el Señor Jesucristo nos enseña la verdadera adoración que el creyente ha de tributar a Dios y que lo manifestó en su entrevista con la mujer samaritana, haciendo ver que independientemente de elementos materiales, de lugares determinados o condición social, los hombres pueden elevar su corazón y rendir su culto a Dios en cualquier lugar y circunstancia, con tal que el corazón ejercitado y remontándose en vuelo sublime, busque la estrecha comunión con su Dios, en un verdadero y exclusivo ejercicio espiritual.

«Cualquiera que sea el método que usamos, lo principal es adorar a Dios en Espíritu y en Verdad. En el Oriente, cuando se va al lugar de adoración, la gente se descalza; y en el Oeste se quita el sombrero. Pero el espíritu y la verdad no depende ni de los zapatos ni de los sombreros ni de los pies ni de las cabezas sino de los corazones».

En cuanto al culto de adoración, Dios lo exige exclusivo para El, y vemos a través de las páginas de las Escrituras, que es celoso y no acepta que honores y alabanzas que revistan tal carácter, puedan ser tributados a otros seres o criaturas. El primer mandamiento del decálogo así lo pone de manifiesto. Lamentablemente los hombres y en particular el catolicismo romano, han desviado este culto y servido a Dios, canalizándolo a otros seres que en ciertos casos y lugares, casi monopolizan la atención de los religiosos, como en el caso de la virgen María; o bien; la adoración de la hostia, elemento material, lo que no coincide con la enseñanza de Cristo «en espíritu y en verdad».

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